Algunos expertos argumentan que el sistema fonético castellano es muy distinto al anglosajón, de ahí partiría la tradicional resistencia de los españoles al inglés. Aunque no es un idioma complejo, la entonación y la pronunciación resultan difíciles para el oído de los nacidos en esta parte de Europa. Junto a estos tres factores, el miedo al ridículo ha sido determinante para retrasar la expansión en España de la primera lengua oficial de la Unión Europea.
Sin embargo, son muchos los estudios que hablan de mitos o prejuicios que debemos derribar, porque no existe ningún problema inherente al español que le impida comunicarse perfectamente en inglés. Prueba de ello es la evolución producida entre los más jóvenes, y que no nos sitúa en tan mal lugar en los informes oficiales más recientes.
Por ejemplo, el Estudio Europeo sobre Competencia Lingüística (EECL), del Ministerio de Educación, concluía en 2012 que España necesita mejorar el nivel de competencia en lenguas extranjeras, especialmente en inglés. No obstante, sus resultados son mejores que en países como Francia e Inglaterra. A la cabeza del ranking en competencia lingüística figura Suecia, Malta, Estonia y Eslovenia.
Este informe centra el origen de esta situación en las diferencias culturales y en un sistema de enseñanza de cuyos errores pasados aún sufrimos las consecuencias, a pesar de los cambios de modelo incorporados en la última década.
Los medios de comunicación tampoco han ayudado a familiarizarnos con el inglés. Las películas, series de dibujos animados y otros productos audiovisuales no se han emitido en versión original, circunstancia que influye en la comprensión oral y que ha provocado una resistencia cultural a la versión original frente al doblaje.
Por último, ha sido decisivo el hecho de hablar una lengua materna con cerca de 500 millones de hablantes, la segunda más extendida en el planeta. Sin duda, sentirnos parte de esa comunidad lingüística y cultural tan extensa ha influido para que no sintamos la necesidad de aprender otra lengua.
En la actualidad, la experiencia apunta a que el problema en el proceso comunicativo se detecta, sobre todo, en la comprensión oral. Y ello a pesar del modelo bilingüe, cada vez más extendido en nuestro sistema educativo. Este modelo ha contribuido a que seamos el país con más horas de clase, más deberes y más madrugador a la hora de que los niños empiecen a hablar inglés. Por delante de Suecia, donde se dan las mejores notas. Paradójicamente, sólo en España y en la comunidad alemana de Bélgica la enseñanza de una primera lengua extranjera es obligatoria desde la Educación Infantil.
El método comunicativo-funcional
Por tanto, según concluye el estudio del Ministerio, la metodología tiene que cambiar a un ritmo más acelerado, si pretendemos superar la rémora provocada por treinta años de priorización de la traducción directa, la gramática y la memorización sistemática de vocabulario. Es más, el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCERL) nos obliga a ello.
Según las directrices vigentes en Europa, el método de la enseñanza de idiomas debe ser obligatoriamente comunicativo-funcional. La lengua se aprende para poder comunicarse y, sobre todo, para desempeñar funciones básicas de la vida cotidiana.
En el caso español, según el estudio EECL, el porcentaje de estudiantes en Pre-A1 y A1 es superior al 50%, dato que ilustra los beneficios que ya empieza a reportar el modelo bilingüe, en el que hay que persistir y potenciar. En paralelo, el objetivo es que los actuales universitarios eleven su nivel. Como venimos informando, los niveles se clasifican entre A1, A2, B1, B2, C1 y C2, siendo A1 el más bajo y C2 el más alto.
Por tanto, nuestro desafío ahora es el dominio de la expresión oral, junto a la comprensión lectora y escrita. Un reto que alcanza también a los docentes, profesionales que deben acreditar, igualmente, sus competencias en la lengua extranjera que imparten.
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